[Trasfondo] Faust Reet, zona de Lucrecio
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[Trasfondo] Faust Reet, zona de Lucrecio
Bueno, espero que el formato no se altere al pasarlo desde word:
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Faust Reet, Tecnicista
CARACT: 10, 9, 9, 5, 10, 10, 8, 7 (Por repartir)
Arbol de Técnicas de Dominio: Nova Knuckles (en proceso aún)
Nacido en un pueblecillo de Lucrecio, me crié en el seno de una familia noble. Vivía felizmente con mis padres y nuestro mayordomo, Xin Qe, un Shivatense que me instruyó desde joven en las artes marciales por encargo de mi padre, que siempre observó sonriente mis progresos.
Una noche me desperté sobresaltado por un ruido en el salón de cristales rotos. Bajé rápidamente, suponiendo que se trataba de un ladrón y en su lugar...
...Xin Qe estaba peleando a duras penas con una bestia perversa. Mi padre estaba tendido en el suelo sobre un charco de sangre, alzando su temblorosa mano en dirección al monstruo. Éste parecía un gigantesco humano peludo, con rostro canino y unas garras tremendas que llenaban de surcos escarlata los brazos y el costado de mi maestro. Cuando el terror me permitió fijarme, me di cuenta de que la bestia tenía ligeros rasgos femeninos, y de que al cuello llevaba el colgante de mi madre.
El sólo pensar cómo habría podido obtener su collar y por qué mi madre no estaba allí hizo que mi cuerpo empezara a temblar de auténtica ira. Noté como el vello de mi piel se erizaba y como la rabia me llenaba hasta el límite de hacerme explotar. Grité, y noté que mi rabia bajaba por mis piernas y salía a través de mis pies impulsándome hacia la aberración azabache con una fuerte detonación. Sin pararme a pensar, descargué una lluvia de puñetazos y golpes combinados sobre el monstruo, que no parecía inmutarse y seguía atacando a Xin Qe. Enfurecido contra mi propia debilidad grité una vez más mientras giraba y juntaba mis puños, que empezaron a brillar rodeados de partículas azules. Sin saber cómo canalicé toda mi ira hacia esas motas de energía, y las hice explotar al tiempo en que terminaba el giro y golpeaba con todas mis fuerzas a la bestia, hundiéndole mis dos puños cerrados, uno encima de otro, en la cara. Una resplandor azul iluminó la sala, y la cabeza de mi enemigo salió disparada hacia la chimenea, arrancada de cuajo por la deflagración. Lo último que vi antes de desmayarme fueron mis manos sangrando y a Xin Qe observándome seriamente mientras me sujetaba.
Al despertar las manos me latían con fuerza, el dolor era insoportable. Pero peor aún fue el dolor que horadó mi corazón al ver la escena de anoche a la luz del día. Al lado del cadaver de mi padre se encontraba otra persona tapada con una manta, y a la que le faltaba la cabeza. A su lado, Xin Qe la sostenía cuidadosamente mientras le introducía unas rosas en la boca. En la boca de la cabeza de mi madre.
Levanté la manta, y me encontré lo que más temía. El cadáver era el de mi madre, y vestía su collar, como siempre lo había hecho...
-Tú no la mataste joven Faust. Lo que tú mataste fue a una bestia asesina que había matado a tu padre, mataste a un Espíritu de la Caza, una Asagiri. Liberaste a tu madre de una maldición irreversible. No te castigues por ello.
Daba igual lo que dijera. Lloré, grité, me desgañité hasta que mi sollozos se convirtieron en gimoteos roncos y mis mejillas me escocían por culpa de las lágrimas. Xin Qe me observó, en un respetuoso silencio, y esperó a que me calmase para decir:
-No podemos seguir aquí Faust. Enterraremos a tus padres en el patio de atrás, como debe hacerse, y luego huiremos. Si la Inquisición nos descubre nos perseguirán sin tregua. Aún no sabes controlar lo que
hiciste anoche, y no podemos permitir que nos maten.
Con la voz rajada le pregunté:
-¿Y a dónde iremos? No conozco otro hogar que esta casa.
Xin Qe se alzó, me tendió la mano para levantarme y me respondió:
-Pero lo conocerás. Vendrás conmigo a Du'Lucart y te presentaré a unos amigos que nos ayudarán.
Partimos hacia la capital tras enterrar a mis padres, para conocer a los amigos de Xin. Resultaron ser compañeros de una organización secreta a la que mi maestro pertenecía, y que respondía ante las órdenes del mismísimo Lucanor Giovanni. Yo, un niño de poco más que 11 años, no tenía ni idea de las implicaciones que ello suponía.
Con el tiempo y tal y como Xin Qe predijo, Wissenchäft se convirtió en mi hogar. Analizaron mis capacidades y me ayudaron a desarrollarlas. Conseguí manejar esas explosiones de energía, o como las denominaron los científicos de la organización: Estallidos de Ki. Aprendía a utilizarlas para potenciar mi velocidad o mis capacidades de salto, así como a enfocarlas de forma que no me hicieran daño. Un compañero con poderes parecidos me enseñó algunas formas de aprovechar ese poder, y con su ayuda desarrollé algunas eficaces técnicas.
Me convertí en un agente de Wissenchäft, y me encargaron varias misiones de bajo rango que cumplí sin demasiada dificultad gracias a mis recientemente dominadas capacidades. Así subí un poco en el escalafón y cada vez me encargan misiones de mayor riesgo.
Desde la explosión de lágrimas tras la muerte de mis padres he aprendido a mantener la calma y sangre fría en las más inesperadas y peligrosas situaciones, y varias de mis misiones han sido de recopilación de información y agente encubierto, aspectos en los que me desenvuelvo mejor que la mayoría de guerreros. Ahora mismo me encuentro en espera en los cuarteles, entrenando con mi maestro Xin Qe.
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Faust Reet, Tecnicista
CARACT: 10, 9, 9, 5, 10, 10, 8, 7 (Por repartir)
Arbol de Técnicas de Dominio: Nova Knuckles (en proceso aún)
Nacido en un pueblecillo de Lucrecio, me crié en el seno de una familia noble. Vivía felizmente con mis padres y nuestro mayordomo, Xin Qe, un Shivatense que me instruyó desde joven en las artes marciales por encargo de mi padre, que siempre observó sonriente mis progresos.
Una noche me desperté sobresaltado por un ruido en el salón de cristales rotos. Bajé rápidamente, suponiendo que se trataba de un ladrón y en su lugar...
...Xin Qe estaba peleando a duras penas con una bestia perversa. Mi padre estaba tendido en el suelo sobre un charco de sangre, alzando su temblorosa mano en dirección al monstruo. Éste parecía un gigantesco humano peludo, con rostro canino y unas garras tremendas que llenaban de surcos escarlata los brazos y el costado de mi maestro. Cuando el terror me permitió fijarme, me di cuenta de que la bestia tenía ligeros rasgos femeninos, y de que al cuello llevaba el colgante de mi madre.
El sólo pensar cómo habría podido obtener su collar y por qué mi madre no estaba allí hizo que mi cuerpo empezara a temblar de auténtica ira. Noté como el vello de mi piel se erizaba y como la rabia me llenaba hasta el límite de hacerme explotar. Grité, y noté que mi rabia bajaba por mis piernas y salía a través de mis pies impulsándome hacia la aberración azabache con una fuerte detonación. Sin pararme a pensar, descargué una lluvia de puñetazos y golpes combinados sobre el monstruo, que no parecía inmutarse y seguía atacando a Xin Qe. Enfurecido contra mi propia debilidad grité una vez más mientras giraba y juntaba mis puños, que empezaron a brillar rodeados de partículas azules. Sin saber cómo canalicé toda mi ira hacia esas motas de energía, y las hice explotar al tiempo en que terminaba el giro y golpeaba con todas mis fuerzas a la bestia, hundiéndole mis dos puños cerrados, uno encima de otro, en la cara. Una resplandor azul iluminó la sala, y la cabeza de mi enemigo salió disparada hacia la chimenea, arrancada de cuajo por la deflagración. Lo último que vi antes de desmayarme fueron mis manos sangrando y a Xin Qe observándome seriamente mientras me sujetaba.
Al despertar las manos me latían con fuerza, el dolor era insoportable. Pero peor aún fue el dolor que horadó mi corazón al ver la escena de anoche a la luz del día. Al lado del cadaver de mi padre se encontraba otra persona tapada con una manta, y a la que le faltaba la cabeza. A su lado, Xin Qe la sostenía cuidadosamente mientras le introducía unas rosas en la boca. En la boca de la cabeza de mi madre.
Levanté la manta, y me encontré lo que más temía. El cadáver era el de mi madre, y vestía su collar, como siempre lo había hecho...
-Tú no la mataste joven Faust. Lo que tú mataste fue a una bestia asesina que había matado a tu padre, mataste a un Espíritu de la Caza, una Asagiri. Liberaste a tu madre de una maldición irreversible. No te castigues por ello.
Daba igual lo que dijera. Lloré, grité, me desgañité hasta que mi sollozos se convirtieron en gimoteos roncos y mis mejillas me escocían por culpa de las lágrimas. Xin Qe me observó, en un respetuoso silencio, y esperó a que me calmase para decir:
-No podemos seguir aquí Faust. Enterraremos a tus padres en el patio de atrás, como debe hacerse, y luego huiremos. Si la Inquisición nos descubre nos perseguirán sin tregua. Aún no sabes controlar lo que
hiciste anoche, y no podemos permitir que nos maten.
Con la voz rajada le pregunté:
-¿Y a dónde iremos? No conozco otro hogar que esta casa.
Xin Qe se alzó, me tendió la mano para levantarme y me respondió:
-Pero lo conocerás. Vendrás conmigo a Du'Lucart y te presentaré a unos amigos que nos ayudarán.
Partimos hacia la capital tras enterrar a mis padres, para conocer a los amigos de Xin. Resultaron ser compañeros de una organización secreta a la que mi maestro pertenecía, y que respondía ante las órdenes del mismísimo Lucanor Giovanni. Yo, un niño de poco más que 11 años, no tenía ni idea de las implicaciones que ello suponía.
Con el tiempo y tal y como Xin Qe predijo, Wissenchäft se convirtió en mi hogar. Analizaron mis capacidades y me ayudaron a desarrollarlas. Conseguí manejar esas explosiones de energía, o como las denominaron los científicos de la organización: Estallidos de Ki. Aprendía a utilizarlas para potenciar mi velocidad o mis capacidades de salto, así como a enfocarlas de forma que no me hicieran daño. Un compañero con poderes parecidos me enseñó algunas formas de aprovechar ese poder, y con su ayuda desarrollé algunas eficaces técnicas.
Me convertí en un agente de Wissenchäft, y me encargaron varias misiones de bajo rango que cumplí sin demasiada dificultad gracias a mis recientemente dominadas capacidades. Así subí un poco en el escalafón y cada vez me encargan misiones de mayor riesgo.
Desde la explosión de lágrimas tras la muerte de mis padres he aprendido a mantener la calma y sangre fría en las más inesperadas y peligrosas situaciones, y varias de mis misiones han sido de recopilación de información y agente encubierto, aspectos en los que me desenvuelvo mejor que la mayoría de guerreros. Ahora mismo me encuentro en espera en los cuarteles, entrenando con mi maestro Xin Qe.
Faust Reet- Soldado
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